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Víctor Amela recrea en una novela los 98 días que Federico García Lorca pasó en Cuba

28/09/2022 - Xavier Rosell/NoticiasClave.net

Víctor Amela recrea en una novela los 98 días que Federico García Lorca pasó en Cuba  Victor Amela, en La Habana, junto al director de la Biblioteca Nacional de Cuba, Omar Valiño, y el periodista cultural Ricardo Alonso Venereo.

Está a punto de salir a la venta 'Si yo me pierdo' (Ediciones Destino, 2022), novela que firma el periodista y escritor Víctor-Manuel Amela Bonilla (Barcelona, 1960), y que centra su argumento en los días que pasó Federico García Lorca en Cuba, 98 en total, descritos por él mismo como “los más felices de mi vida”, hasta el punto de que llegó a escribir por carta a sus padres: “Si me pierdo, que me busquen en Cuba”, frase que da título a la obra.

Se trata de la segunda vez que Amela evoca al poeta granadino, lo hizo antes con 'Yo pude salvar a Lorca' (Ediciones Destino, 2018), cuya trama se ubica en los días anteriores a la fecha de su asesinato, el 18 de agosto de 1936, con el testimonio real del abuelo materno del autor barcelonés, Manuel Bonilla, pastor granadino de la Alpujarra que, en los albores de la Guerra Civil, pasaba clandestinamente a personas de un lado a otro del frente, y que pudo haber hecho lo propio con Lorca en tan convulsos días. Casi cuatro años después de haber escrito este libro, cuando parecía que el ciclo lorquiano estaba cerrado, Amela toma en consideración la sugerencia de un viejo colega de volver a novelar al poeta, en este caso en su periplo cubano, concretamente del 7 de marzo al 12 de junio de 1930. La idea, que emerge en Sabadell a finales de febrero de 2020 y va tomando cuerpo en Bellaterra, se refrenda en un viaje con destino a La Habana que Amela realiza del 20 de diciembre del mismo año al 11 de enero de 2021, en plena pandemia, para seguir las huellas de Lorca en Cuba. Con todo lo recogido, Amela se encierra en agosto de 2021 en su residencia barcelonesa y escribe la novela de un tirón. Tras unos retoques finales, a principios de este año es entregada a Planeta. El 5 de octubre sale a la venta en librerías.

QUÉ HIZO LORCA EN CUBA

El viaje de Lorca a Cuba, y todo lo que allí pudo hacer, es uno de los episodios más desconocidos de la vida del poeta andaluz, y desvelarlo es el objetivo de esta novela. Cierto que hay algunos estudios y libros —la mayoría de autores isleños— que documentan los días cubanos de Lorca, pero la idea de novelarlo en su periplo tropical es absolutamente novedosa. De ahí que Amela haya puesto todo su empeño en este proyecto, con el apoyo del Grupo Planeta, bebiendo de las fuentes más solventes para acercarnos a ese Lorca tan peculiar, exultante de cubanía, que convirtió el paisaje —y el paisanaje— caribeño en su nuevo regazo.

Lorca arribó a Cuba el 7 de marzo de 1930, invitado por la Institución Hispano-Cubana de Cultura, que entonces presidía Fernando Ortiz, para dar cinco conferencias. La idea inicial era permanecer una semana, pero el poeta andaluz alargó su estancia por más de tres meses, hechizado por la palma real, las playas de arena blanca, el son cubano, la santería y, por descontado, la jovialidad y sensualidad de sus morenos habitantes, para él “negritos sin drama, latinos como nosotros”, tal como dejó patente para diferenciarlos de los negros americanos, más fríos y menos ofrecidos.

Procedente de Nueva York, Lorca llegó al puerto de La Habana en el ferry de Miami. Nada más acercarse el barco a la bahía de la capital cubana, y contemplando la regia españolidad de la fortaleza-castillo del Morro, Lorca ya percibió que Cuba seria su nuevo edén, exclamando: “¿Otra vez España?, ¿Otra vez la Andalucía mundial?, Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez”.

A partir de esa luz que le trasmite Cuba, y el descubrimiento de una nueva cultura, mezcla de española y africana, y con tantos rasgos culturales que le seducen, Amela dibuja literariamente a Lorca en tan estimulante odisea a través de 409 páginas, ciñiéndose rigurosamente a la cronología de su estancia en la isla y, sobre todo, a los documentos que ha recopilado, más de una centenar, entre libros, ensayos y estudios.

SOBRE EL TERRENO

Amela, en su viaje a Cuba, recorrió la mayor parte de lugares en que estuvo Lorca, como Cienfuegos, Ságua la Grande, Matanzas, Santa Clara, Caibarién, Remedios Caimito del Guayabal, Santiago de las Vegas y, por supuesto, La Habana. Las restricciones provocadas por el Covid, que afectaban directamente al transporte, no hicieron factible acercarse a las provincias de Pinar del Río y Santiago de Cuba, también visitadas por Lorca. El objetivo, más allá de seguir la ruta lorquiana, era recopilar información allá donde el poeta dejó huella, de la mano de escritores e intelectuales cubanos que han ahondado en este tema.

Así, en la capital cubana Amela se reunió con Ciro Bianchi Ross, insigne escritor que publicó “García Lorca: Pasaje a La Habana”, un completo estudio biográfico y bibliográfico de la estancia del poeta andaluz en Cuba; en Matanzas se encontró con Urbano Martínez Carmenate, que escribió un libro sobre la misma temática, “García Lorca y Cuba: todas las aguas”, pero más centrado en su episodio matancero; en Santa Clara se citó con Luis Machado Ordext, periodista y activista cultural que ha recopilado y publicado información privilegiada de la visita de Lorca a Caibarién y Ságua La Grande; y en Caimito de Guayabal estuvo acompañado por la historiadora y escritora Caridad Masson Serna, coautora del ensayo 'Memorias de una visita inesperada: Lorca y Maroto en Caimito'.

En la Habana, gracias a las gestiones del periodista bejucaleño Ricardo Alonso Venereo, Víctor Amela se entrevistó con el director de la Bibilioteca Nacional de Cuba, Omar Valiño, y aprovechó para donar a este organismo sus dos últimos libros, “Yo pude salvar a Lorca” y “Nos robaron la juventud”. Además, estuvo en el Centro Cultural Dulce María Loynaz –de visita obligada- y en la Quinta Santa Bárbara, propiedad de la familia Loynaz del Castillo, y hoy sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Otras instituciones con las que contactó Amela en La Habana fueron, por ejemplo, el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, la Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Cataluña, el Centro de Arte Contempóraneo Wilfredo Lam y la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), donde fue recibido por su vicepresidente, el periodista Pedro de la Hoz.

LAS CUBAS DE LORCA Y AMELA

La gran sorpresa -y a la vez aliciente- de 'Si yo me pierdo' radica en su combinación de saltos temporales: por un lado está el viaje de Lorca en 1930, relatado con rigor histórico y las licencias argumentales que permite una novela –lo que pudo haber pasado y Amela sugiere-; y por otro, la propia experiencia del autor barcelonés en la isla, noventa años después. Es decir, dos Cubas: la que se encontró Lorca y la que vio Amela; la primera alegre y bulliciosa, y la segunda alicaída y estancada por las restricciones del coronavirus. De hecho, la obra arranca con la llegada de Víctor Amela al Hotel Habana Libre, donde debe permanecer en cuarentena obligatoria por tres días, hasta que un PCR negativo confirma que puede salir a la calle. A lo largo de la novela se intercalan, en capítulos separados, las vivencias de Lorca en sus 98 días cubanos y las de Amela en las tres semanas que permaneció en Cuba.

Con toda seguridad, Federico García Lorca fue quien más de los dos disfrutó de su estancia en la isla. No en vano, el poeta gozó de una Habana en jarana permanente y, sobre todo, de la devoción y amistad que le brindaron los escritores e intelectuales de la época, desde su íntimo amigo José María Chacón, diplomático cubano que  conoció en Madrid, al matrimonio formado por Antonio Quevedo y María Muñoz, fundadores de la revista “Musicalia”, pasando por unos jóvenes Lezama Lima y Juan Marinello, el poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, el musicólogo Adolfo Salazar y el pintor Gabriel García Maroto -ambos españoles-, la etnóloga Lydia Cabrera, pero, por encima de todos,  la familia Loynaz, en cuya esplendorosa residencia de El Vedado Lorca vivió momentos de surrealismo mágico, con coloquios literarios entre tensos e hilarantes con los hermanos Dulce María, Enrique y Flor, acompañando las chácharas a piano con sus propias manos, tomando whisky y, cuando reinaba la calma, dibujando y escribiendo (su obra teatral 'El Público' allí fue creada y escrita). Pernoctaba en el hotel Unión, pero este era su verdadero hogar.

NOCHES DE SON

Amela retrata con su avezada pluma tan descacharrantes escenas en casa de los Loynaz –que Lorca bautizó como “la casa encantada”-, haciendo especial énfasis en la complicidad entre el poeta y Flor, su compañera de correrías por callejuelas de la Habana Vieja, casi siempre a bordo de un Fiat descapotable de 1930  que conducía la pequeña de los Loynaz. De los antros habaneros, el que más cautivó a Lorca fue el Teatro Alhambra, una suerte de cabaret en el que solo podían entrar hombres, donde se escenificaban desternillantes en un ambiente más populachero que popular. Aún menos refinados eran los bares del puerto, pero Lorca se sentía embriagado por esa atmósfera canalla y tropical, tan novedosa para él, y –porque no decirlo- por la mestiza sensualidad de sus moradores. De sus escarceos también da buena cuenta la novela

El naciente son cubano, que llegaba a La Habana procedente de la región oriental, interesó sobremanera a Lorca, y así lo revela Amela, relatando aquellas tórridas noches de son y rumba en los marginales cafetines de la playa de Marianao, con el poeta descamisado y desaforado, y tocando las claves con mucho sentimiento. Tanto es así que escribió el célebre poema “Son de negros en Cuba” con clave de son, en homenaje a Cuba, sus paisajes y sus ritmos. En los textos, Amela sabe poner en contraste esa faceta azarosa y festiva del poeta con la postura mesurada y académica que adoptaba en la lectura de sus conferencias, tanto en La Habana como en las localidades donde fue solicitado, como Caibarién, donde fue entrevistado por la emisora local, fundada por el asturiano Manuel Álvarez.

ROAD TRIP DE AMELA

Muy diferente fue el “road trip” que protagonizó Víctor Amela en los albores de 2021, siguiendo la pista de Lorca por la isla, con la amenaza de confinamiento en ciernes, la mayoría de hoteles y restaurantes cerrados, espectáculos suspendidos “sine die” y la obligatoriedad de llevar mascarilla. Aun así, logró citarse con todos los estudiosos lorquianos con los que había contactado previamente, y así lo explica en la novela, además de relatar experiencias propias con santeros y personajes que no estaban previstos en su guión de viaje. Su visita a Caibarién, municipio de la provincia de Santa Clara donde Lorca habló por la radio, le llevó a buscar afanosamente vestigios de esa grabación, circunstancia que se suma al hilo argumental.

Pero, sin duda, el gran protagonista de los días cubanos de Amela es el chofer que le acompaña en su viaje por la isla —más de mil kilómetros recorridos—, Luis Yerandi, un terintañero buscavidas y mujeriego, indelicado y con escasa cultura, pero que representa al cubano tipo que, ante la falta de oportunidades de la Cuba de hoy, ha de resolver su día a día con los trapicheos que se le den, en este caso ejercer de chofer clandestino gracias al auto que le presta un amigo. Sus raciales conversaciones con Amela, en las que Luis Yerandi da muestras de su machismo recalcitrante en un argot callejero que impera en la juventud cubana, constituyen otro acicate de una novela que, en definitiva, nos acerca la Cuba lorquiana y la actual.

 

 
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