Opinión

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El arte del pop como botox

25/06/2009 - Eliseo Cardona/BlueMonk

Dicen que las virtudes de la juventud se prueban en la madurez. Que no es lo mismo que empeñarse en ser joven toda la vida. O, lo que es lo mismo, acudir a la tontería de hacerse el loco y pretender que los años no pasan en vano. Tanto más cuando se canta música pop, cuya esencia es, ay, efímera. Es decir, su razón de ser es vender carne en sugerente estado de lozanía. Amén.

No digo que no se pueda cantar un éxito de la adolescencia estirando el calendario un poco para que aquellos públicos más jóvenes que tú no vean los estragos del tiempo ocultos por el arreglito en la cinturita, el aumentico en las teticas, la substracción de la grasita de las nalguitas. Pero una cosa es eso y otra muy distinta ver a seis menudos manganzones, algunos ya veteranos del consabido dedo que examina la próstata, cantando aquello de «súbete a mi moto, nunca has conocido un amor tan veloz». Yo lo he visto con estos ojos míos y juro por Dios que... it ain't pretty.

Es cierto que, pasados los 60 años, Mick Jagger todavía se da el lujo de cantar «I can't get no satisfaction» con agarrada de güevos y correteo frenético por el escenario. Pero el hombre sabe más que el diablo que a esas alturas del juego esa canción sólo se puede cantar como un juguetón 'fuck you'. Tampoco vale negar que Caetano Veloso llegó a los 65 años y le dio por girar por el mundo con rockeros que podrían ser sus nietos, y cantar además «Viva a bossa...sa sa... Viva a palhoça ça, ça, ça, ça...». Pero el pop de estos señores tiene sustancia, pegada, poesía, sabiduría... y, sobre todo, intención maliciosa de mandarlo todo a la mierda; incluyendo la vejez, aunque el cuerpo se las recuerde como un molestoso reuma.

Ya sé lo que podrían estar pensando... ¡Comparar a Menudo con Mick Jagger! ¡Con Caetano Veloso! ¡No jodas! Claro que no se trata de comparar a dos artistas de peso y trascendencia con un grupo de soplapotes que necesitan seguir ordeñando la vaca de la nostalgia para pagar las deudas. Se trata de trascender con tu arte (y ganar seguridad económica) o sobrevivir cantando las mismas pendejadas hasta que ya no quede más remedio que ganar dinero enfundado en el inefable pañal geriático. Que es el camino que al parecer va a tomar Paulina Rubio. No es broma: si la mexicana saca otro disco de pop rock del tipo shananá baby, que alguien le haga saber que han debido pasar más de dos siglos desde la desaparición de Timbiriche.

Porque esto, a no dudarlo, es música para enfrentar la crisis de la mediana edad. O mejor: música como botox para el alma de una mujer que, artísticamente hablando, no ha nacido nunca, pero —qué le vamos a hacer, coño—, ¡se está poniendo vieja! Teniendo en cuenta que sus 40 años están, como se dice, a la vuelta de la esquina ¿por qué no hacer un disco en el que se muestren sus verdaderas habilidades para cantar? ¿Que no tiene hablidades para cantar? Ok. ¿Por qué no grabar canciones poniendo la cabeza en el oficio poético? ¿Ah... que la mujer no tiene talento ni para embadunar las paredes del baño con mierda? Vale. ¿Y un disco semiautobiográfico donde aparezcan canciones con algo de morbo; por ejemplo, cómo se le mete mano a un marido que es más feo que una diarrea a medianoche?

No digo que sea una idea genial. Digo que es una idea que, si se la trabaja bien y con ingenio, puede llegar a tener su arte. Porque, repito, lo que canta la Rubio en este «Gran City Pop», con foto de portada retocada por Photoshop, le serviría bien a una niña con mejor piel y cuerpo. De esas hay muchas en cada generación, y por ahí han de venir. ¿O me van a decir que es mejor escuchar pop cantado por el fantasma de una juventud recauchada?

Eliseo Cardona es crítico musical en Miami (Estados Unidos) y es creador del blog BlueMonk Moods

 
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