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David Loscos: 'La música grabada es eterna. Los formatos no lo son'

21/02/2021 - Yanni Munujos / NoticiasClave.net

David Loscos: 'La música grabada es eterna. Los formatos no lo sonDavid Loscos: 'Nosotros regalamos tiempo. En año y medio enseñamos lo que se aprende en diez de experiencia'. Foto: © Juan Miguel Morales.

Es el fundador de la IMB School (International Music Business School) que dirige junto Jaume Colomer, su actual socio y exalumno en el posgrado en gestión del negocio de la música, que el mismo David Loscos creó e impartió durante 14 años en la universidad. Ideó cursos y programas que enseñó en el campus del Berklee College de Boston, en Valencia. Con larga experiencia en áreas de proyección universal en multinacionales del disco, Loscos ejerció de consultor estratégico diseñando el plan de internacionalización de las músicas de Uruguay y Chile, para los departamentos de cultura e industrias creativas de los gobiernos de ambos países. Dirigió el canal de músicas del mundo en rythmic.com, compañía pionera en España en practicar lo que dos décadas más tarde conoceríamos como streaming. Toda su trayectoria gira desde sus comienzos en torno al negocio de la música.

Seguidamente conversamos con quien a comienzos de siglo afirmaba frente a la incredulidad general, que la industria del disco tal y como la conocíamos había llegado a su fin. Llevaba razón. Y augura grandes cambios y transformaciones en el negocio de la música, a propósito del incierto presente que vivimos.

Parece que estemos viviendo el fin del mundo tal y como nosotros lo conocemos.

—Si se refiere a sectores de la música que están relacionados con el directo, algunos están francamente tocados.

¿Y?

—No queda otra opción que repensar el negocio. La crisis sanitaria y sus consecuencias no han hecho nada más que acelerar cambios que estaban por llegar. El área digital ha multiplicado su actividad en los últimos meses de manera exponencial. Nacen generaciones que en un horizonte no muy lejano experimentarán la música principalmente en formatos digitales. El concepto del directo con el que crecimos nosotros equivaldrá a cómo recordaremos el CD.

—¿Me está diciendo que los grandes festivales tienden a desaparecer?

—Las futuras generaciones vivirán los macrofestivales de un modo distinto al nuestro. La música seguirá siendo el eje de la experiencia vivencial, pero la dimensión digital será tan o más importante que la presencial. Esta última probablemente será más en petit comité, con mayor interacción e interconexión digital en el momento en que, paralelamente, más audiencia se sume a participar en el evento. Desde mi punto de vista, algunos formatos del directo actual tienden poco a poco a desaparecer.

Una de las frases más escuchadas de los últimos años en el sector musical es el directo nunca morirá.

—El formato del directo que consumimos habitualmente aún no ha incorporado la tecnología en mayúsculas. La fórmula base es la misma que en los años setenta. Poco a poco lo hará para que la experiencia del usuario de música en vivo no solamente dependa de estar presencialmente cerca del artista en una sala o recinto. Uno vivirá ese momento único en el tiempo conectado digitalmente con otras gentes que compartan igual afición por un artista o por un género musical.

EL STREAMING SUMA AUDIENCIA

—¿Habrá pues que bajar el telón de las giras y conciertos?

—No, en absoluto. ¿Dónde está escrito que hay que limitar un concierto a la capacidad física de una sala o recinto? ¿Quién dice que ese mismo evento no pueda abrirse también a los que no están en el lugar? Hay que estudiar y me consta que algunos ya lo hacen, un nuevo modelo que incorpore lo digital, para una mayor rentabilidad en su modelo de negocio. Lograr que el espectador que está en un recinto de Madrid o Barcelona a las cuatro de la tarde, comparta la experiencia al unísono con el que lo vive en Japón a las doce de la noche. Lejos de limitar el negocio, es una posibilidad de sumar (y monetizar) a mucha más audiencia que la presente físicamente.

—¿El streaming engullirá el hábito de asistir a un concierto en directo?

—Un teatro o auditorio conlleva piel. Supone el contacto visual con el artista, con el resto de espectadores, con aquellos que asisten a la gala contigo. Acarrea una magia indiscutible que la actual pandemia nos enseña a diario a echar de menos. Mientras el artista consiga la conexión emocional con el público, ese hechizo no morirá. Aun así, la industria hará partícipe del contexto y entorno a quienes no están físicamente, con unos niveles de intensidad que todavía no hemos logrado, y que no imaginamos.

—¿Qué les diría a aquellos a los que sus palabras les suenen a ciencia ficción?

—Que la evolución del negocio y de la industria de la música, e incluso de la manera de relacionarnos en general nos ha enseñado que siempre que afirmamos que algo no pasará, termina sucediendo. La tecnología camina al margen de nuestras posibilidades y maneras de vivir. Siempre nos lleva ventaja. La tecnología es una bestia salvaje que no se apea a la que nos debemos adaptar y tratar de controlar.

—Nuestra cotidianidad hoy gira entorno a ese pequeño ordenador que llevamos en el bolsillo.

—Y sin embargo a finales de los noventa no imaginábamos como la telefonía móvil cambiaría nuestras vidas. La tecnología nos va demostrando que todo es posible. Pronto incluso el guion de un concierto variará en función de los inputs que se recibirán en ese momento desde cualquier lugar del mundo. El espectador determinará los contenidos de un evento, y los modificará en ese instante en base a sus propias intervenciones.

—Explíquese.

Existirá una retroalimentación en la experiencia a partir de la acción del usuario conectado, que la hará variar en función de lo que le esté ocurriendo en ese momento, al otro lado de cada una de las pantallas de los rincones de la tierra. Ese es un reto que tiene el sector de la música en vivo, en el que el formato del directo no solamente lo determinará el propio artista o el promotor.

—Corría el año 2003 cuando usted anunciaba, frente al estupor y la incredulidad de la muchos, la defunción de la industria discográfica tal y cómo la habíamos conocido hasta entonces.

— En ese momento el formato físico tendía a desaparecer porque el mercado ya no lo demandaba. La música grabada es eterna. Jamás desaparecerá. Los formatos no lo son. Siempre habrá necesidad de grabar canciones. Otra cosa es el soporte mediante el que llegaremos a ellas. En todo el planeta cobraba importancia el tener acceso a la música desde cualquier lugar. En España las plataformas digitales asomaban tímidamente la cabeza. Se disparó en poco tiempo la oferta en cuanto al consumo de canciones. El vínculo entre oyente y artista poco a poco se transformó.

—También los ligámenes entre el consumidor y la industria.

—Actualmente se sirve la música grabada con acciones que tienen por objetivo consolidar esos lazos. El artista lanza al mercado canciones en secuencias distintas de tiempos, alternándolas en el calendario con un videoclip o con una colaboración puntual que poco a poco seduce a su público potencial. Cuando el vínculo ya es sólido es cuando el consumidor demanda un concierto en directo o incluso un soporte físico con una edición cuidada en los contenidos. La connotación de la carga sentimental del disco es muy distinta a la de antes. Su publicación no es el paso previo, es una consecuencia.

UNA CANCIÓN EN SPOTIFY LA TENEMOS TODOS Y UN VINILO NO

—¿Cómo se explica entonces que el vinilo haya regresado con fuerza y después de tantos años, a tiendas y hogares?

—El vinilo es una muestra de afecto y reconocimiento del artista hacia un segmento de su público para el que sabe que la edición en ese formato tiene una fuerte dimensión emocional. Publicar un vinilo es comparable a vestirse de etiqueta. Va ligado a una cierta solidez artística. Es para un cantante lo que para un actor hollywoodense millonario significa pararlo todo y rodar con Woody Allen. Una canción en Spotify la tenemos todos y un vinilo no. Contiene un aire romántico indiscutible, pero en relación a la industria y al negocio, es completamente residual.

—Las superficies de venta de música grabada que sobreviven, centran su oferta en el vinilo.

—Tiene toda la lógica. El vinilo en la música equivale hoy a lo que una sección gourmet es en la alimentación. El resto del supermercado el consumidor lo tiene en su móvil.

—¿Qué hizo usted cuando avistó que el formato físico dejaba de ser rentable?

—Advertí que el mundo del disco cómo lo percibíamos terminaba, pero estaba seguro que el negocio de la música seguiría existiendo. Así que en 2003 creé Fireyellow. Lanzamos un puñado de discos de artistas independientes con los que probábamos ya en las plataformas lanzamientos de canciones como unidades sueltas en el mercado. A veces con grupos que no existían como tal en el mercado y que ni siquiera hacían directos.

—¿Con qué objetivo?

—Con el objetivo de contrastar por donde la industria generaba ingresos. Constatamos que la comunicación pública del fonograma y de los derechos de autor producían gran rentabilidad y que más allá de la venta física, debíamos desarrollar proyectos con música grabada que derivaran ingresos por distintas vías, y explotarlas.

—Sus andanzas en el negocio venían de muchos años atrás.

—A los dieciocho, cuando estudiaba, tocó un trabajo libre de economía sobre un sector profesional y, la cabra tira al monte, escogí el de la música. Tuve la oportunidad de viajar a Madrid para que me recibiera Carlos Sanmartín que dirigía EMI-Hispavox en España. ¡Me dedicó una tarde entera! Siempre se lo agradeceré. Hubo un antes y un después. Supe que quería estar ahí. Me recomendó que para dedicarme al negocio estudiara una carrera, y así contar con elementos que me permitieran tener ventajas para trabajar en el ámbito de la gestión. Estudié ADE (Administración y Dirección de Empresas) en la UB pensando únicamente en incorporarme al mundo del disco.

—¿Qué le dijo Sanmartín cuando volvió usted ya licenciado a verle de nuevo?

—Sanmartín se marchaba a EMI Odeón Argentina, así que me puso en contacto con José María Cámara que presidía BMG en España y Portugal, quien a su vez me ofreció entrar en el departamento de desarrollo internacional de artistas nacionales de la compañía. Trabajábamos con proyectos de artistas en fase de desarrollo con ventas que rondaban las doscientas mil copias en el mercado español, a los que había que lanzar al mundo.

—A los dos años se marchó.

De algún modo sentí que me faltaba aún conocimiento y decidí viajar a Liverpool a cursar un máster sin saber que me condicionaría para siempre mi trayectoria profesional. Ese doctorado sería el que años más tarde me inspiraría a desarrollar un programa de formación específica para los profesionales del sector de la música.

—¿En qué momento da el salto a la formación de profesionales en el negocio de la música?

—Cuando en 2007 la Universidad Pompeu Fabra considera que es digno de ser estudiado y le da valor, aportando credibilidad a los programas y asignaturas del master que les propongo y que incorporan en sus planes de enseñanza. Hasta ese momento existía en España un modelo de formación amateur. Poco a poco comprenden que la música es transversal hasta el punto de culminar nuestra relación profesional con la creación de una serie de conferencias que coordiné en la misma universidad, en torno a la muestra BOWIE IS sobre la figura de David Bowie, que se expuso en el Museo del Diseño de Barcelona.

—Paralelamente y durante años impartió sus cursos en el Berklee College of Music de Boston en Valencia, y dio clases en el ESMUC.

—Fue Mike Jones, el director del MBA en industrias de la música de la Universidad de Liverpool quién en el año 99 me inspiró a crear programas y contenidos dirigidos a los profesionales del negocio de la música en los países de habla hispana. Comencé a trabajar en ellos y tuve la suerte de enseñarlo a estudiantes internacionales del primer y único campus que fuera de EE.UU. creó el Berklee College de Boston en Valencia. Berklee es en el ámbito de la interpretación, la escuela de la música moderna de referencia en el mundo. En el ESMUC de Barcelona, Joan Oller contó conmigo para asignaturas de industria musical y producción editorial y discográfica.

URUGUAY Y CHILE

—Viajó a Uruguay a diseñar para su gobierno, un plan estratégico de exportación de las músicas de allá.

—Suecia es la gran potencia en cuanto a exportación de su música. Los suecos son líderes en internalización. Cuando creamos los Seminarios de la Música y girábamos por España con el curso sobre financiación e internacionalización de proyectos musicales, contacté con Anders Hjeltorp para una ponencia. Dirigía la Oficina de Exportación de la Música en Suecia. Coincidimos en el MIDEM de Cannes y me propuso al Departamento de Industrias Creativas de la Dirección Nacional de Cultura de Uruguay, para crear el plan estratégico de internacionalización de su música.

—Repitió en Chile.

—Recibí a promotores, managers y compañías. Tracé un cuadro general para el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes del Gobierno de Chile y desarrollé un proyecto aconsejándoles la ruta a seguir. Obtuvimos buenos resultados. En los años posteriores artistas chilenos se presentaban en ferias internacionales y en lugares estratégicos como el Primavera Sound en Barcelona, donde ganaban en visibilidad.

—Su nomadismo en el campo de la formación acaba cuando finalmente en 2017  funda junto a Jaume Colomer la IMB Sshool que dirige actualmente.

— En la IMB (International Music Business School) ofrecemos módulos y contenidos solamente entorno al negocio de la música, destinados a quienes demuestran interés. Si uno se dedica a la música tiene el derecho de obtener el máximo rendimiento en su vocación y actividad. Ya sea el artista creando, o el gestor que realiza la explotación comercial del arte. Dotamos de experiencia y conocimiento a quienes precisan de seguridad para su andar profesional.

—¿Qué tiene su escuela que la hace única?

—Formamos a las personas en base a las necesidades de la industria, con la que estamos conectados, y nos marca directrices para los profesionales que después incorporará. Nuestra enseñanza se basa en la práctica y en la acción. Aquí el alumno no solo piensa, actúa. Más allá del conocimiento, la acción es el perfil que determina el perfil de cada uno. Educamos a solucionar retos practicando la gestión de un artista, la producción y lanzamiento de un single, y la organización de un festival. Los alumnos realizan proyectos reales. Disponen de una cifra monetaria que la escuela deposita en su banco para realizarlos y justificarlos debidamente, incluso auditando las facturas, algo indispensable en el proceso de aprendizaje del sector.

—¿Su tarea incluye también diseñar contenidos de cada uno de los módulos?

—Junto a la dirección académica los revisamos continuamente pues enseñamos sobre una industria en constante transformación. Mi tarea es identificar a buenos profesionales que día a día definen el negocio de la música y que tengan además del conocimiento, la capacidad docente para trasmitirlo a los alumnos.

—Cíteme algunos.

José María Barbat, presidente de Sony Music Entertainment Iberia, nos apoya siempre y resulta muy didáctico cuando habla de las funciones de los distintos profesionales que integran una multinacional. Scott Cohen, al que considero un visionario, jefe de innovación en el mundo de Warner Music Group, imparte módulos en forma de ponencia desde el comienzo.

—Resulta fascinante que personas de primera división en el negocio, compartan sus conocimientos en un marco íntimo con los alumnos del centro.

—Es de gran utilidad que Santi Ricart, director artístico en Sony ATV en España, enseñe al alumno los criterios a tener en cuenta para trabajar la producción y selección de un single junto a un artista, y que Santiago Menéndez-Pidal, director general de Warner Chapell Music en España y Portugal, exponga sus doctrinas acerca de la editorial. O que Alfonso Lanza, director de patrocinios, y Almudena Heredero del Primavera Sound, den a conocer los distintos ámbitos de la producción de un festival. Cristina Roda, Music Label Business Development EMEA en YouTube; y Ekaterina Bazhanova, CEO en Music Development Russia, son también docentes habituales en la escuela.

LA MÚSICA ES INDUSTRIA

—No me ha citado a un solo gestor cultural.

—La música es industria y solo a veces es cultura. Para el negocio en España interactuamos con las administraciones de Cultura, mientras los ingleses lo hacen directamente con los Departamentos de Industria de su gobierno. La gestión cultural es un ámbito muy teórico. Tan etéreo que aquel que la estudia no tiene ni el conocimiento específico ni la visión que se necesita para obtener buenos resultados y rentabilidad. Nosotros educamos al que quiere vivir dedicado a sacar el mayor rédito y el máximo recorrido a los proyectos musicales y artísticos que gestione.

—Hay quien se preguntará para qué tanta docencia si hoy en día el liderazgo que conforman los profesionales del negocio sigue siendo eminentemente autodidacta.

—Nosotros regalamos tiempo. En año y medio enseñamos lo que aquel que se autogestiona aprende en diez de experiencia, y en ocasiones a palos. Existen buenísimos profesionales que son auténticos expertos en solamente un tercio del negocio. Hace falta el conocimiento del universo entero. Consagrar conceptos como editorial, sincronización, distribución digital, tecnología musical. La industria de la música es transversal. Como si de una gran estrella se tratara, genera una gran energía llamada música, que a su vez alimenta a muchos sectores con los que se interrelaciona.

—No me negará que para dedicarse a ella se necesita también intuición, buen olfato y talento natural.

—Vocación y determinación. Y suerte. Mucha suerte.

—Le deseo toda la que necesite.

David Loscos sintió lo que él describe como la llamada de la música siendo muy pequeño, cuando escuchaba los singles de la semana, los sábados por la tarde en Los 33 de Antena3. Pertenece a la generación del Play-Rec, esos botones negros y rojos del musicasete que había que apretar cuando el locutor al fin callaba, allá por los setenta, para grabar con el mínimo de interrupciones posibles esas canciones que alegraban las tardes de estudio en casa. No sorprende, pues, que su relación con la música se reduzca a canciones. Esas cuatro o cinco de cada uno de sus artistas predilectos a los que le une su particular vínculo emocional. Tras una primera cierta frialdad en el trato, sorprende el ímpetu y la contundencia en la expresión, fruto de la pasión que siente por su profesión desde que los veranos de estudios en Londres le cambiaran la vida para siempre. Allí y con solo 12 añitos compró su primer single de 45 rpm, '99 red balloons', de lo alemanes Nena. Algo de visionario ya tenía cuando comprobamos que hoy sigue siendo una de las canciones pop de un artista alemán con más éxito en el mundo.

Me cuenta como todavía siendo un muchacho le deslumbraban Prefab Sprout, y constato que la misma banda se incluye en el top de lo más escuchado actualmente en Spotify. Confiesa que con ocho años ‘Thriller’ le transportó a una nueva galaxia en lo musical, mientras observo que una reproducción en miniatura de la mítica cazadora roja de Michael Jackson en el videoclip, preside la mesa en la que nos reunimos en la IMB School.

Y aunque un negocio jamás deba ser romántico, descubro poco a poco el peculiar sentido del humor de Loscos, y comprendo por qué ese muchacho que se enamoró de las canciones de Sinatra que su padre escuchaba en el tocadiscos de casa; parece a sus cuarenta y nueve años, recién llegado de un guateque de mediodía con Sammy Davis Jr, Dean Martin, el mismo Sinatra y otros del Rat Pack, para, ya en la oficina, recibirme sentado a su mesa de director.

En la industria musical cada cual tiene su propia banda sonora.

 
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